Trabajo en Babilonia
“Señor ayúdame, no quiero estar en este lugar. Mi sueño es servirte, mi sueño es ser el pastor de mi iglesia, evangelista , ir a las naciones; aquí no hay espacio para los cristianos!” ¿Te imaginas cuantas solicitudes de este tipo recibe el cielo todos los días? ¡Pareciera que crecimos en un ecosistema cristiano en el que nos sentimos cómodos y tranquilos! Es un bálsamo congregarse, hacer amigos en la iglesia, asistir a un colegio cristiano y, si vives en Estados Unidos, asistir a una universidad cristiana. Sin embargo, la realidad es que la vida cristiana no es una burbuja. No existen empresas o industrias netamente cristianas. Tenemos un propósito dado por Dios a cada uno y, para muchos de nosotros, por disruptivo que parezca, ese propósito está en Egipto o en Babilonia.
¿Recuerdan a Moisés enojado con Egipto? ¿Embarrándola con Egipto y huyendo de allí por no estar de acuerdo con la manera en la que los Egipcios hacían las cosas? ¿Qué le dijo Dios? Si, hijo vete, olvídate de eso, fue un error que los egipcios te educaran y pagaran tu universidad. ¡No! ¡Eso no fue lo que Dios le dijo! La instrucción fue regresar del desierto y rescatar a su pueblo. A veces me pregunto cuánto de lo que era Moisés, su carácter, sus conocimientos, su visión y liderazgo estaban impactados por la formación que recibió en Egipto. Para Dios era muy fácil protegerlo y educarlo para liberar a su pueblo. Dios no necesitaba de la hija del faraón para formar a Moisés, pero Dios es el estratega de estrategas. Él permitió que Moisés creciera como parte de la familia del faraón porque era justamente parte de su plan maestro.
¿Se imaginan a Daniel diciéndole a Dios: «Esta gente quiere que me contamine con sus costumbres, con su comida, a ti no te gusta esto, mándales fuego, consúmelos a todos y mándame unos ángeles que me saquen de aquí volando lejos de estos impíos”? Que raro suena ¿no? Así debemos oírnos cada vez que olvidamos el plan de Dios para nuestras vidas.
Es cierto que los lugares en los que trabajamos pueden ser una representación vigente de Babilonia, donde reina el mundo, el pecado y el cautiverio espiritual. No es fácil enfrentarte a una mesa llena de manjares y vino y decidir tomar agua y comer verduras. No es fácil trabajar en un lugar en el que, tan pronto se abren las puertas, todos te rinden pleitesía por tu cargo o tu posición y mantenerte humilde porque eres un reflejo de la luz del que murió en la cruz. Claramente, no es fácil trabajar o estudiar en lugares en lo que a lo bueno lo llaman malo y a lo malo, bueno. No es fácil guardarte para tu esposo o esposa en un ambiente en el que el sexo y los excesos son protagonistas.
He estado en ambientes en los que los negocios se cierran con un «acostón» o un fajo de billetes debajo de la mesa y una buena licitación se construye drogado. Entiendo claramente la confusión que representa Babilonia, haciendo honor a su origen en la torre de Babel. Muchos cristianos hemos pasado por esa mesa del rey. Algunos hemos decidido comer de la mesa del rey porque pareciera que nos dirige el refrán “A donde fueres, haz lo que vieres” antes que “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él emana la vida”. Otros han decidido no contaminarse y ocultarse, ¿Y quienes son? ¿El cristiano aburrido, que no deja huella y que pasa por cada lugar intentando ser invisible para no contaminarse? ¿O el cristiano que apunta con su índice a todos los que lo rodean, el que se ufana de ser mejor que otros en el lugar en el que Dios le ha puesto?
Sin embargo, hoy hay mucho Daniel en Babilonia. Son esos profesionales exitosos, cristianos que saben que su jefe no los ve, pero Dios sí. Cristianos que no ven Babilonia como un castigo, sino como una responsabilidad, y se aseguran de cumplir con ella introduciendo un sello de calidad en cada actividad que desarrollan allí. Cristianos que alcanzan su mayor potencial y brillan en sus dones y talentos, dando lo mejor que tienen, sabiendo que trabajan para el Rey de Reyes. Cristianos que toman agua y comen verduras mientras le muestran al mundo que, con esa dieta espiritual, alcanzan mejores resultados y se destacan.
¡Se imaginan la sonrisa de Dios si nuestros compañeros de la oficina cambiaran la frase “Él no celebra Halloween porque es cristiano” por “Es una alegría trabajar con el porqué es inteligente, empático, resuelve, es humilde, siempre ora por todos, es confiable y tiene resultados porque Dios está con él”!
Me reta muchísimo el mandato de Dios al pueblo de Israel cautivo en babilonia en Jeremías 29: “Construyan casas y establézcanse; planten árboles frutales y coman de su fruto. Cásense, tengan hijos e hijas, y que ellos también se casen y tengan hijos. Aumenten de número allá y no disminuyan”, Él no dijo escóndanse, disminuyan o lloren hasta que yo venga a librarlos, básicamente les instruyó crecer y vivir en libertad aunque estuvieran cautivos.
Él está dispuesto a sostenerte, a respaldarte, a poner en ti ese brillo diferenciador. Él te ha preparado para este momento de la historia en tu trabajo. Él está levantando profesionales cristianos de alto nivel que le honran con trabajo, que le aportan al país, que hacen lo correcto y sostienen los fundamentos de una economía de la que dependen millones de personas.
Andrea Aldana Vásquez
Speaker & Writer
Encuéntrame en Instagram, Youtube y TikTok como @andrealdana90 y en LinkedIn y Facebook como Andrea Aldana Vásquez