La ira se las arregla para transformarse en pecado...
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago1.19-20).
Cuando somos pacientes hay paz, pero cuando reaccionamos con enojo provocamos el enojo de otros. ¡Antes que podamos darnos cuenta, nuestro comentario acerca de la horrible corbata de fulano culmina en una insidiosa puesta en duda de nuestra ascendencia materna!
«Hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma” (Proverbios 22.24-25).
Aplaque la ira. “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” (proverbios 15:1).
Cuando un hombre se enoja, corre el riesgo de hacer cosas necias. El hombre airado debe pagar las consecuencias de su mal temperamento. A menudo es la salud la que paga las culpas.
¿Es usted un hombre colérico? ¿Se ha estado engañando a sí mismo creyéndose un buen tipo solo porque en la oficina todos lo quieren?
Recuerde que su verdadera persona es la que se muestra tras las puertas cerradas de su castillo privado.
Pídale a Dios que le revele en profundidad cuál es su pecado en el terreno de la ira. Pídale que le perdone y que le transforme en un hombre paciente y sin egoísmo.
La próxima vez que sienta que la sangre empieza a hervir dentro de usted, pregúntese: “¿Me estoy enojando por motivos egoístas? ¿Me estoy enojando por impaciencia?” Si es así, retenga lo que está a punto de hacer o decir.
Por último, diríjase a aquellos a quienes ha herido con su ira y pídales perdón. Si les ha provocado profundas heridas, quizás no respondan de inmediato a su pedido. No importa. A medida que demuestre haber cambiado, ellos reaccionarán a su transformación. ¿Qué cosa podría ser más estimulante que la perspectiva de recuperar su hogar, que ahora es una cámara de torturas, y convertirla en un palacio?
Un último consejo, quizás el más importante Aléjese del mundanal ruido, descanse su mente, sus ojos sus oídos, y la mejor forma de hacerlo es esperar en silencio delante de Dios, allí en la intimidad con Él Las emociones son crucificadas.
No sea religioso si aún hay ira en su vida quizás usted es un religioso o tiene mucho de ello. Someta sus emociones a Dios, sométalas en su presencia allá donde nadie lo ve, allí la ira y lo demás desaparecerá.
Los hombres casi siempre se enojan como consecuencia de su egoísmo e impaciencia más que por la reacción frente a la injusticia que se comete contra otros. La única ocasión en que se justifica nuestra ira es cuando, siempre que actuemos con control, reaccionemos de manera constructiva ante la injusticia o la traición. La promesa que se nos ofrece para una maldición inmerecida, en Proverbios 26:2, nos protege de los falsos rumores y chismes que hacen todo lo posible por manchar nuestro buen nombre.
La mejor guía respetó a la ira la encontramos en Efesios 4.26-27: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”.
Hay tres perlas de sabiduría en este pasaje. Primero, contrólese cuando esté enojado y no peque. Segundo, nunca vaya a dormir estando enojado. Deberíamos caer de rodillas, perdonar al ofensor y pedir perdón. Tercero, cuando estamos enojados, corremos el riesgo de perder el autocontrol. El diablo puede advertir la hendidura en la puerta y ganar posición. Nunca deje que el sol se ponga sobre su enojo. Ese es el momento en que se transforma en pecado.
CÓMO REACCIONAR A LA TENTACIÓN DE LA IRA.
He aquí algunas pautas bíblicas sobre cómo reaccionar a la tentación de pecar cuando sentimos ira.
*Mantenga el control. “El necio da rienda suelta a toda su ira, más el sabio al fin la sosiega” (Proverbios 29:11).
*Pase por alto las ofensas. “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto su ofensa” (Proverbios 19:11)
*Evite relacionarse con hombres de temperamento irritable. “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con él…
Daniel E. Ospina B.