¿Es usted un Cristiano común?, carnal o experimenta una vida llena del Espíritu Santo?
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”
Efesios 5:15-20 RVR1960
Ya con este son dos veces que usamos los mismos versículos para un artículo, creo que Dios quiere hacer énfasis en algo y enseñarnos algo nuevo. Lo único que te pide hacer es obedecer y estudiar un poco más acerca de ellos.
Hablaremos pues de la razón por la que los Cristianos en su mayoría no experimentan esa llenura del Espíritu Santo como dice el texto anterior.
El cristiano típico continúa viviendo quizás en desobediencia a Dios en algunas áreas de su vida y no está lleno del Espíritu generalmente por dos razones:
1. Falta de conocimiento
2. Falta de fe
Desde el momento en que ocurre su nacimiento espiritual, usted tiene el poder para ir creciendo hacia la madurez en Cristo. Sin embargo, la mayoría de las personas no comprenden cómo vivir por fe. Viven como en una «montaña rusa» espiritual, subiendo y bajando de una experiencia emocional a otra.
En Romanos 7, Pablo describe la lucha del cristiano mundano y carnal, «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco eso hago…¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?»
En 1 Corintios 3, Pablo describe a un creyente mundano y carnal como aquel que actúa como un no creyente. Aunque el creyente mundano ha recibido a Cristo, él le ha permitido a su naturaleza carnal reclamar el trono de su vida por medio del pecado. Dios aún es dueño de esta persona, y Cristo todavía está en esa vida, pero este cristiano ha caído en pecado en una o más áreas de su vida.
El creyente carnal, al no estar rendido a Dios, es a menudo una persona infeliz – aún más infeliz que un no cristiano. Se encuentra en un período de estancamiento espiritual porque no se arrepiente ni confiesa a Dios sus pecados. Consecuentemente Satanás ha logrado influenciarlo y controlarlo con éxito por medio de la carne y la lujuria.
Pablo escribió a los cristianos de Corintos:
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no viandas, porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿No sois carnales y andáis como hombres?
El cristiano mundano y carnal ciertamente experimenta la convicción del Espíritu Santo y no continuará en su pecado indefinidamente; de no ser así, tal vez ni siquiera sea un cristiano. Fracasado y sin fruto, este tipo de cristiano depende de su propio esfuerzo para vivir la vida, en vez de hacer uso de los recursos sobrenaturales e inagotables del Espíritu Santo. Aferrándose a sus propios intereses con una mano y tocando apenas las bendiciones de Dios con la otra, esta persona fracasa una y otra vez en vivir la plenitud de la vida cristiana en la llenura y el poder del Espíritu Santo.
Habiendo experimentado el gozo y las bendiciones de la comunión con Dios, él ha perdido ahora el contacto y no sabe cómo restablecer esa comunión perdida. Sin embargo, el creyente mundano nunca podrá estar satisfecho con volver al antiguo modo de vida, y en la búsqueda de la felicidad y de la plenitud, esta persona se ha centrado en sí misma en lugar de centrarse en Cristo.
Como resultado, se encuentra cada vez más confundido y frustrado y no sabe qué hacer al respecto. No sabe cómo vivir por fe – al contrario, vive solo por sus sentimientos. El cristiano mundano todo lo intenta por sí mismo en vez de confiar. El no sabe cómo dejar de ser mundano, ni cómo llegar a ser un cristiano espiritual. El único que puede ayudarle a cambiar es, por supuesto, el Espíritu Santo.
La vida cristiana es una vida milagrosa y sobrenatural. El cristianismo no es lo que usted hace por Dios sino lo que El hace por usted. Sin fe en Cristo, usted no puede llegar a ser cristiano y sin dependencia y fe en El a cada momento, usted no puede vivir la vida cristiana. Cuando usted está lleno del Espíritu Santo, Cristo vive su vida sobrenatural en y a través de usted.
Pero el cristiano nominal no comprende cómo apropiarse por fe de los recursos de la resurrección de Cristo. Como resultado, el creyente mundano vive en pobreza espiritual, sin conocer ni experimentar las enormes riquezas y recursos espirituales que son su herencia en Cristo.
Una mujer escocesa de edad avanzada vivía en su pueblo natal en las condiciones de pobreza más extremas. Su hijo había emigrado a América hacía algunos años. Allá, él se había convertido en un próspero hombre de negocios, pero nunca se había dado tiempo para volver a su pueblo y visitar a su madre.
Un día una amiga se sentó a hablar con aquella madre ya anciana, en su casita de campo humildemente amueblada.
«¿Le envió alguna vez su hijo dinero para ayudarla con sus necesidades? Le preguntó.
«No,» dijo la mujer moviendo la cabeza tristemente. «Sin embargo, ¡me escribe cartas muy lindas y me envía unas fotografías muy interesantes!»
Su interlocutora estaba sorprendida al darse cuenta de que aquel hijo era bastante rico. Pero en lugar de manifestar lo que pensaba, ella le dijo, «¿Podría ver las fotografías que le envía?»
Sacándolas de un cajón, la anciana las mostró orgullosa. Para sorpresa de la visitante, estas no eran fotografías. Eran billetes bancarios norteamericanos muy valiosos que sumaban miles de dólares. Por décadas, aquella mujer escocesa había estado pasando necesidades y viviendo en la pobreza. ¿Cuál era el problema? Ella desconocía el valor de esas «fotografías interesantes». Tenía los billetes de banco, pero realmente no los poseía.
En el Oeste del Texas hay un famoso campo de petróleo conocido como el Yacimiento Yates. Durante la depresión, este campo estaba en un rebanco ovejera propiedad de un hombre llamado Yates. Al trabajar en el rancho, el Sr. Yates no ganaba suficiente dinero para pagar el capital y los intereses de la hipoteca, por lo que estuvo en peligro de perder su propiedad. Con el dinero escaso para vestirse o alimentarse, su familia, al igual que muchos otros, tuvo que vivir de la beneficencia pública.
Día tras día, cuando el Sr. Yates hacía pastar a sus ovejas sobre esas colinas sinuosas del Oeste de Texas, seguramente se la pasaba muy preocupado acerca de cómo iba a pagar sus deudas. Un buen día, un equipo de sismólogos de una compañía petrolera fue a la región y le dijo al Sr. Yates que había la posibilidad de que hubiera petróleo en sus tierras. Le pidieron permiso para perforar un pozo, y firmó un contrato de arrendamiento con ellos.
A 1,115 pies (370 mts.) se encontró una vasta reserva de petróleo. El primer pozo daba un rendimiento de 80,000 barriles diarios. Muchas perforaciones subsecuentes dieron más del doble. En efecto, treinta años después del descubrimiento, el gobierno examinó uno de los pozos mostrando que todavía tenía el potencial de aproximadamente 125,000 barriles de petróleo al día.
¡El Sr. Yates era propietario de todo esto! El mismo día que compró la tierra, recibió también el petróleo y los derechos sobre el mineral. Sin embargo, estaba viviendo de la caridad. ¡Un multimillonario viviendo en la pobreza! ¿Cuál era el problema? El no sabía que el petróleo estuviera allí. Lo tenía, pero no lo poseía.
No conozco mejores ilustraciones de la vida cristiana que estas dos. Cuando usted llega a ser un hijo de Dios por medio de la fe en Cristo, se constituye en heredero de Dios. Todos los recursos de Dios están disponibles para usted. Todo lo que necesita incluyendo sabiduría, amor, poder para ser un hombre o una mujer de Dios y un testigo fructífero para Cristo está a su disposición.
A pesar de esto, la mayoría de los cristianos continúan viviendo en una pobreza espiritual impuesta por ellos mismos, porque no saben cómo apropiarse de aquellos recursos espirituales de Dios que ya les pertenecen. Así como la anciana escocesa que ignoraba que las «fotografías interesantes» eran billetes de banco muy valiosos y así como el Sr. Yates junto con su vasto océano de petróleo, los cristianos viven ignorando sus enormes riquezas.
La falta de conocimiento no es la única razón por la que los cristianos no están llenos del Espíritu. Muchos básicamente no creen en la fidelidad de Dios y tienen miedo de ceder el control de sus vidas al Espíritu Santo, porque temen que Dios requiera lo imposible de parte de ellos, temen que El cambiará sus planes, les pedirá que dejen su riqueza, los dejará sin diversiones en la vida, los hará soportar tragedias, o algo por el estilo.
Un joven y sobresaliente ministro cristiano, graduado con honores en el seminario, me dijo una vez, – «Nunca he rendido mi vida a Cristo porque siempre tuve miedo de lo que El haría conmigo.» – Entonces me contó cómo hace algunos años, había tenido la corazonada de que si comprometía su vida con Cristo, sus padres fallecerían en un accidente trágico. El temía decir «Sí» a Dios por miedo a que sus padres perdieran la vida. Sentía que Dios lo probaría para determinar la vida. Sentía que Dios lo probaría para determinar lo genuino de su compromiso.
¿Le parece que esto puede provenir de un Padre amoroso? ¿Quién cree usted que puso esa idea en su mente? Ciertamente que no fue Dios. Fue Satanás quien, como a Adán y a Eva hace muchos siglos, le dijo, «Tú no debes confiar en Dios.» Pero yo le digo, ¡usted puede y debe confiar en Dios! El le ama y es digno de toda su confianza.
Suponga que su hijo le dijera, «Papi, Mami, los amo y he decidido que de ahora en adelante haré todo lo que me pidan.» ¿Cómo respondería usted?
Si usted respondiera a la expresión de confianza de su hijo como muchos creen que Dios les respondería cuando rindan sus vidas a El, usted debería entonces tomar a su hijo por los hombros, mirarlo a los ojos con dureza y decirle con severidad, «He estado esperando esto. Ahora voy a hacer que te arrepientas de esta decisión mientras vivas. Voy a quitarte todo lo que te gusta y te haré hacer lo que detestas. ¡Haré que tu vida sea lo más infeliz posible!»
Por supuesto que usted no respondería de esa forma a la confianza de su hijo. Yo creo que en realidad usted pondría sus brazos alrededor de su pequeño hijo y le diría, «Te amo también y aprecio profundamente esta expresión de tu amor por mí. Es el mayor regalo que podrías haberme dado.»
Dios nos ha mostrado muchísimas veces que es un Dios lleno de amor. El es digno de su confianza. Jesús le asegura, «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?»
Muchas personas se me aproximan buscando consejo respecto de la voluntad de Dios para sus vidas. A menudo tienen miedo do lo que Dios les pedirá que hagan. Generalmente les pregunto, «¿Cree usted que Dios le ama? ¿Cree usted que Dios tiene un plan maravilloso para su vida? ¿Tiene Dios el poder de guiar y bendecir su vida si deposita su confianza en El?»
Como norma, las respuestas siempre son afirmativas. Entonces les pregunto, «¿Está usted dispuesto a confiar en El ahora mismo para que lo dirija y capacite para vivir una vida santa y para ser un testigo fructífero de Cristo? En ese momento, la mayoría de ellos están listos para decirle «Sí» a Jesús sin vacilación. Empiezan a reconocer que la duda ha sido colocado allí por el enemigo de sus almas.
Cuando usted le da su vida a Cristo, no debe preocuparse por lo que pasará. Tal vez usted tenga temor de que El le prive de sus placeres, lo haga abandonar su negocio o profesión, le quite su salud, o termine alguna amistad o relación amorosa. Tal vez usted tenga miedo de que Cristo lo envíe como misionero a algún lugar remoto del mundo donde podría perder la vida.
En efecto, El podría y puede pedirle que haga una o más de estas cosas, pero también puede escoger no hacerlo. Si El lo hace, usted se regocijará en el privilegio, porque Dios siempre bendice a los que confían en El y le obedecen. Las personas más felices que he conocido no son las que tienen todo lo mejor que este mundo ofrece – o las que han alcanzado gran éxito en sus profesiones – o las que están en posiciones importantes de poder e influencia. Las personas más felices que yo he encontrado, son las que han aprendido a confiar y a obedecer a Dios sin importar las circunstancias.
Usted puede confiar en Dios. Si El le guía a darlo todo, a cambio le dará muchas más bendiciones de las que usted podría recibir sin Su gracia. Solo Dios es digno de su total confianza. Yo le invito a venir a Cristo y libremente decirle, «Señor, aquí estoy. Toma mi vida y úsame para tu gloria.»
Dios nos recuerda en 1 Juan 4:18, «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.»
La Palabra de Dios y la experiencia de multitudes a través de los siglos, confirman una seguridad absoluta de que usted puede confiarle a Dios su vida, su todo.
TIEMPOS DE CRISTO. 2023.