Nuestro Salvador sufrió 7 derramamientos de sangre y 6 tipos de heridas que nos proveen sanidad tanto emocional como física. Aprende cómo utilizar en fe cada una de sus heridas para sanar enfermedades.
POR SUS HERIDAS FUIMOS SANOS.
«Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades. Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.»
Isaías 53:4-5 NVI
Como veíamos en el artículo anterior, Jesús tuvo 7 derramamientos de sangre, los cuales limpian y purifican todas las áreas de nuestra vida. Son 7 porque representan la divinidad de Jesús y nos acercan a Él, ejerciendo nuestra santidad y manteniéndonos apartados para Él.
Por el lado físico, Jesús sufrió 6 tipos de heridas (llagas). El seis representa la humanidad de Jesús y la nuestra. Cada tipo de herida puede ser utilizada para sanar diferentes enfermedades que nos aquejan. Veamos, pues, cuáles son y cómo aplicarlas en nuestra vida por medio de la palabra.
1. Las heridas (llagas) causadas por los azotes en la espalda y el cuerpo de Jesús nos proveen sanidad para todas las enfermedades y dolencias.
«Así fue que Pilato dejó a Barrabás en libertad. Mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran.»
Mateo 27:26 NTV
Los terribles latigazos en la espalda de Jesús desgarraron su carne y dejaron expuestos sus huesos. Este terrible castigo era conocido como flagelación. La flagelación ha sido usada en todos los tiempos y épocas, aunque más especialmente por los judíos. El reo lo sufría en la sinagoga ante tres jueces y recibía trece azotes con un látigo armado de tres correas. En Grecia y Roma, la flagelación era más atroz aún y más infamante que la fustigación, y solo se aplicaba a los esclavos y criminales condenados a morir en la cruz. Ocurrió muy frecuentemente que el reo falleciese a causa de los azotes.
El número máximo de latigazos que podían recibirse de acuerdo con la ley judía y los que recibió Jesús fueron 39. Estos 39 azotes representan las 39 patologías que azoran la humanidad. ¿No es maravilloso descubrir esto? ¡Por sus heridas fuimos, es decir, ya lo hizo en la cruz, fuimos sanos del siguiente listado de 39 enfermedades!
Enfermedades:
- Cerebrales
- Neurológicas
- Endócrinas
- Hematológicas (sangre)
- Inmunológicas
- Metabólicas
- Oncológicas
- Oftalmológicas (ojos)
- Óticas (oído)
- Odontológicas
- Esofágicas
- Cardiacas
- Vasculares
- Pulmonares
- Gástricas
- Intestinales
- Pancreáticas
- Hepáticas
- Biliares
- Renales
- Vesicales
- Uretrales
- Uterinas
- Ováricas
- Prostáticas
- Venéreas
- Dermatológicas
- Osteotendinosas
- Musculoesqueléticas
- De colágeno
- Psiquiátricas
- Psicosomáticas
- Psicosociales
- Infecciosas
- Autoinmunitarias
- Genéticas
- Reumáticas
- Inflamatorias
- Geriátricas
Como podemos ver, ahí están todas las enfermedades, y de todas ya fuimos sanos. Jesús fue flagelado, azotado, para que por esas heridas causadas por los azotes fuéramos sanos. Esa sanidad ya fue «adquirida» para ti por Jesús y fue sellada y confirmada en la cruz del Calvario y en Jesús resucitado. Así que, cualquiera que sea tu dolencia o enfermedad, RECUERDA Y CREE que por esos azotes tú fuiste sano de esa enfermedad.
Si tienes una enfermedad o dolencia, puedes detenerte en este momento y decirle a tu Dios:
- Creo que por tus heridas fui sano de… (nombras la dolencia o enfermedad por su nombre y el grupo de patologías al que pertenece). Y di: Escrito está que por tus heridas fui sano. Lo creo, lo confieso y lo recibo en el nombre de Jesús. Cree, ejercita tu fe y recibe tu sanidad.
Si lo crees, también las heridas de la espalda de Jesús pueden ser aplicadas específicamente a todos tus problemas lumbares, cervicales, de espalda, ciática, etc.
2. Las heridas causadas por la corona de espinas y los golpes en su cabeza nos proveen sanidad para las enfermedades cerebrales y neurológicas.
«Armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la cabeza y le colocaron una caña de junco en la mano derecha como si fuera un cetro. Luego se arrodillaron burlonamente delante de él mientras se mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!». Lo escupieron, le quitaron la caña de junco y lo golpearon en la cabeza con ella.»
Mateo 27:29-30 NTV
Las sienes, el cuero cabelludo, la cabeza de Jesús fueron rasgadas por las espinas de la corona que le pusieron por burla. También su cabeza fue lacerada con golpes de un palo de madera. Por esas heridas podemos ser sanos de cualquier enfermedad o dolencia en nuestra cabeza y cerebro. Esas heridas, si crees, proveyeron sanidad de todo dolor de cabeza, migraña, enfermedades cerebrales y neurológicas. Estas heridas, además de los azotes, te proveen la sanidad. Él sufrió por ti, derramó su sangre por ti, fue herido por tu enfermedad. Él, por amor a ti, se expuso a todo eso para que tú hoy fueras sano en su precioso nombre.
3. La sangre que brotó de las manos de Jesús.
«Mis enemigos me rodean como una jauría de perros; una pandilla de malvados me acorrala. Han atravesado mis manos y mis pies.»
Salmos 22:16 NTV
Cuando Jesús fue atravesado por los clavos en la cruz, sus manos fueron traspasadas, destrozadas, y brotó abundante sangre. Desde el punto de vista médico, los estudios han demostrado que un clavo que atravesara las manos o las muñecas sería lo suficientemente fuerte como para sujetar a una persona a una cruz. De hecho, se ha dicho que el tejido de unión en la mano es más fuerte que una cuerda. Lo más probable es que Jesús efectivamente fuera atravesado por los clavos en sus manos y no en sus muñecas, como muchos suelen decir hoy día.
Por las heridas en las manos de Jesús, todas nuestras enfermedades y dolencias en las manos (artritis, artrosis, etc.) son sanas.
4. Las heridas de los pies de Jesús nos proveen sanidad para las enfermedades y dolencias de nuestros pies y piernas.
«Mis enemigos me rodean como una jauría de perros; una pandilla de malvados me acorrala. Han atravesado mis manos y mis pies.»
Salmos 22:16 NTV
Esos preciosos pies de Jesús fueron heridos y traspasados por enormes clavos para que nosotros pudiéramos recibir la sanidad de todas las enfermedades y dolencias relacionadas con nuestras extremidades. ¡Todas son todas, desde torceduras, esguinces, gota, todas!
5. Las heridas del rostro y las barbas de Jesús.
«Les ofrecí la espalda a quienes me golpeaban y las mejillas a quienes me tiraban de la barba; no escondí el rostro de las burlas y los escupitajos.»
Isaías 50:6 NTV
«Entonces comenzaron a escupirle en la cara a Jesús y a darle puñetazos. Algunos le daban bofetadas y se burlaban: «¡Profetízanos, Mesías! ¿Quién te golpeó esta vez?».»
Mateo 26:67-68 NTV
Las heridas del rostro de Jesús a causa de las bofetadas y puños, y las causadas por su barba arrancada, nos proveen sanidad del acné, hinchazón del rostro, enfermedades y dolencias de la piel del rostro, etc. Tan solo tienes que creer y apropiarte de esta sanidad que Jesús ya te proveyó.
6. La herida del costado y el corazón de Jesús nos proveen sanidad para nuestro corazón y todos nuestros órganos internos.
«Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y, de inmediato, salió sangre y agua.»
Juan 19:34 NTV
Ya no quedaba nada de sangre en el cuerpo de Jesús. Con la lanza de Longinus brotó lo último de su sangre y agua. Todo estaba consumado. Su sangre había sido derramada por toda una humanidad que merecía haber muerto en lugar de Él. Lo último de su preciosa sangre brotó de su corazón, de su interior.
Esta herida, junto con los latigazos, es quizás la más significativa. Esta herida tocó los órganos internos de Jesús, y su corazón. Por ello, todos nuestros órganos internos y nuestro corazón fueron sanados allí en la cruz del Calvario. Todos nuestros órganos internos recibieron sanidad mientras Jesús expiraba en la cruz. Él murió para darnos vida allí. Cualquiera que sea tu enfermedad o dolencia, ese órgano enfermo fue atravesado en Jesús para que por esa herida tus órganos fueran sanos. Cree, confiesa y recibe su sanidad.
Ahora que has aprendido cómo y por qué por sus heridas fuimos sanos, utiliza este conocimiento para orar no solo por ti, sino por otros. Dios sigue obrando hoy. La sanidad es el pan de los hijos. No debes vivir una vida de enfermedad. Cree y sé sano, y cuando recibas tu sanidad no dejes de adorar y consérvala, pues es la voluntad de Dios.
«Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré de ustedes toda enfermedad.»
Éxodo 23:25 NVI
Daniel E. Ospina B.