APRENDE CÓMO BAUTISTA, CREE COMO PENTECOSTAL y usa la armadura de Dios.
Reflexionando hace unos días percibí una dulce voz que me susurraba esa frase que se hizo Rhema en mi vida. Para explicarlo mejor estas frases anteriores calaron tan profundo en mí que me mostraron que el arma principal del diablo hoy es la división entre los cristianos por temas «doctrinales«. Por supuesto este no es el tema del artículo pues ya en este medio he hablado de ello. (ver artículos Christian Civil War y Civil War 2).
El propósito de este artículo es mostrar que si logramos sacar lo mejor de las dos «corrientes cristianas» que nos rodean y enfrentan y asumimos la actitud de David, que no razonó sino que creyó frente a Goliath cuando lo enfrentó y venció, pero que nunca en su vida desestimó la palabra de Dios y el estudiarla como lo atestigua el extenso Salmo 119. David creo yo es el ejemplo perfecto para aplicar hoy lo mejor de estas dos maneras de amar a Dios, de seguirlo, de creer y estudiar su palabra.
APRENDE COMO BAUTISTA Y CREE COMO PENTECOSTAL.
La invitación a «Aprende cómo Bautista, cree como Pentecostal» no es una mera yuxtaposición de denominaciones; es un llamado a integrar lo mejor de dos énfasis cruciales dentro del cuerpo de Cristo.
Aprender cómo Bautista: Este aspecto subraya la primacía de la Sola Scriptura, el principio fundamental que establece la Biblia como la única autoridad infalible para la fe y la práctica. Aprender «cómo Bautista» implica un compromiso profundo con el estudio diligente y sistemático de las Escrituras. Esto va más allá de una lectura superficial; requiere inmersión en el contexto histórico, el análisis gramatical y la comprensión de los géneros literarios bíblicos.
Un enfoque «Bautista» en el aprendizaje se caracteriza por:
Autoridad Bíblica: Reconocer la Biblia como la Palabra inspirada de Dios, la regla suprema de fe y conducta (2 Timoteo 3:16-17). Esto implica someter nuestras opiniones y tradiciones a la luz de las Escrituras.
Interpretación Literal (con consideración del género): Buscar el significado llano de los textos, entendiendo que Dios comunica verdades objetivas, al mismo tiempo que se reconoce la importancia del contexto cultural e histórico y los diferentes estilos literarios (narrativa, poesía, profecía, etc.).
Doctrina Sistemática: Organizar las enseñanzas bíblicas en un cuerpo coherente de doctrina, permitiéndonos comprender las verdades fundamentales de la fe, como la Trinidad, la deidad de Cristo, la obra del Espíritu Santo, la salvación por gracia mediante la fe, y la naturaleza de la iglesia.
Discipulado Centrado en la Palabra: Priorizar la enseñanza bíblica sólida en el discipulado, equipando a los creyentes para crecer en su conocimiento de Dios y su voluntad.
En esencia, aprender «cómo Bautista» nos proporciona un cimiento doctrinal firme y una brújula confiable para navegar las complejidades de la vida y las corrientes de pensamiento. Nos asegura que nuestra fe no se basa en emociones pasajeras o interpretaciones subjetivas, sino en la roca sólida de la verdad bíblica.
Creer como Pentecostal: Este componente nos llama a abrazar la realidad dinámica y transformadora del Espíritu Santo en la vida del creyente, tal como se experimentó poderosamente en el día de Pentecostés (Hechos 2). Creer «como Pentecostal» implica una apertura y una búsqueda activa de la llenura del Espíritu y la manifestación de sus dones.
Un enfoque «Pentecostal» en la fe se caracteriza por:
Experiencia Personal con el Espíritu Santo: Creer que el bautismo en el Espíritu Santo, a menudo evidenciado por el hablar en otras lenguas, es una experiencia distintiva y poderosa disponible para los creyentes hoy (Hechos 1:5, 8; 2:4).
Manifestación de los Dones Espirituales: Reconocer y buscar los dones del Espíritu Santo (1 Corintios 12:4-11) como herramientas vitales para la edificación de la iglesia y la extensión del Reino de Dios. Esto incluye dones como profecía, sanidad, milagros, sabiduría, conocimiento, fe, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas.
Adoración Apasionada y Expresiva: Fomentar una adoración que involucre todo el ser, con libertad para expresar alabanza y gratitud a Dios de diversas maneras, incluyendo el canto espontáneo, el levantamiento de manos y otras expresiones bíblicas.
Dependencia del Poder del Espíritu: Reconocer que la vida cristiana no se vive por la fuerza humana, sino por el poder del Espíritu Santo (Zacarías 4:6; Hechos 1:8). Esto implica buscar la unción y la dirección del Espíritu en todas las áreas de la vida.
Evangelismo Dinámico: Impulsado por el poder del Espíritu, compartir el evangelio con audacia y convicción, esperando la manifestación del poder de Dios para convencer y transformar vidas.
Creer «como Pentecostal» añade fuego, dinamismo y poder sobrenatural a nuestra fe. Nos permite experimentar la presencia viva de Dios de manera tangible y nos equipa con los dones necesarios para servir eficazmente en su obra.
La Oración Declarativa de David y la Armadura de Dios:
El ejemplo de David, cuya oración era declarativa y no razonada, ilustra esta fe activa. David creía en la promesa de Dios y actuaba en consecuencia, sin dejarse paralizar por el análisis lógico de las circunstancias (1 Samuel 17). Esta fe audaz es fundamental para empuñar nuestras armas espirituales: la espada del Espíritu (la Palabra de Dios) para la ofensiva y el escudo de la fe para la defensa (Efesios 6:16-17).
La armadura de Dios, descrita en Efesios 6:10-18, se convierte en el paradigma de cómo un creyente equilibrado y lleno del Espíritu debe vivir y luchar:
El Yelmo de la Salvación (Conocimiento): Protege nuestra mente con la seguridad de nuestra redención y la esperanza en Cristo. Un conocimiento profundo de nuestra identidad en Él nos blinda contra la duda y la desesperación.
El Cinto de la Verdad (Cimientos): La verdad bíblica es el fundamento que sostiene toda nuestra armadura. Una comprensión sólida de la Palabra nos da estabilidad y nos protege del engaño.
El Calzado del Apresto del Evangelio de la Paz (Caminar al Propósito): Nos prepara para avanzar con el mensaje de paz, listos para compartir las buenas nuevas en cada paso de nuestro camino.
La Coraza de Justicia (Proteger el Corazón): La justicia de Cristo, que nos es imputada por la fe, protege nuestro corazón de la culpa y la condenación, permitiéndonos vivir con confianza delante de Dios.
El Escudo de la Fe: Nos capacita para detener los ataques del enemigo, las dudas, el temor y las acusaciones, confiando plenamente en el poder y la fidelidad de Dios.
La Espada del Espíritu (la Palabra de Dios): Nuestra arma ofensiva, poderosa para discernir la verdad, confrontar el error y edificar a otros.
Es crucial recordar que la armadura debe ir sobre vestiduras blancas, representando una vida de pureza y santidad (Efesios 4:22-24; Colosenses 3:12-14). Nuestra conducta debe reflejar la transformación que el Espíritu Santo ha obrado en nosotros.
En conclusión, la clave para ser un verdadero creyente, equilibrado, equipado y armado, lleno del Espíritu Santo, radica en integrar la solidez doctrinal de «aprender cómo Bautista» con la experiencia viva y poderosa de «creer cómo Pentecostal«. Fundamentados en la verdad bíblica, revestidos de la justicia de Cristo, caminando en el propósito de Dios, protegidos por la fe y la salvación, y empoderados por el Espíritu Santo, podemos empuñar la espada de la Palabra con autoridad y resistir los embates del enemigo. Que esta visión integral nos impulse a buscar una fe profunda, vibrante y eficaz para la gloria de Dios.

JEAN CLAVIN Y JACOBO ARMINO.