No tenemos tiempo ni en la Cama a causa de ellos.
Los Smartphones nos están matando. Esta es una realidad que cada vez, a voluntad, ignoramos, más ellos se han metido tan adentro de nuestras vidas, quizás como lo hacen las drogas en el interior de un farmacodependiente, que es casi imposible para cada uno de nosotros dejarlos tan siquiera por unas horas.
Nos han vuelto compulsivos, rabiosos, histéricos, pareciera que hoy día, no hay necesidad de preguntarle nada a nadie, ni siquiera una dirección, o como llegar a un lugar ya que el Sr Waze nos indica con suma eficiencia el camino, y aun si hay trancón o retenes en tu camino.
Ya no le preguntamos al Abuelo, o al vecino anciano, o a nuestro Padre acerca de ningún tema, aunque sea un experto, pues el tío Google, con su sobrina Wikipedia lo saben todo, aunque muchas veces tergiversado o a medias.
Cuando digo que los Smartphone nos están matando, no me refiero a la muerte física, aunque ellos también contribuyen a gran escala al suicidio que los modernos humanos hemos venido realizando poco a poco, con nuestras dietas, hábitos, falta o exceso de ejercicio y la exposición a radiación y ondas energéticas que diariamente nos afectan sin darnos cuenta. Abro un paréntesis para afirmar, que ese suicidio colectivo comenzó el día que el hombre se alejó de los principios de la Palabra de Dios, los cuales están allí para que tengamos VIDA Y VIDA EN ABUNDANCIA.
Volviendo al tema central cuando digo que los Smartphone nos están matando me refiero concretamente a las otras dos dimensiones o partes, que conforman al ser humano … el alma y el Espíritu.
SMARTPHONES ASESINOS DEL ALMA.
Ellos están matando nuestra alma porque ahora preferimos el like, o el comentario de un seudo amigo virtual, que el cómo te sientes de un Padre, una esposa o un hijo sustituimos el abrazo sincero por la carita feliz con muchas muecas más.
Ya nadie se mira a los ojos en las mesas de los restaurantes, ya nadie sabe cuántos amigos de verdad recuerdan por amor tu cumpleaños no porque el FACE les recordó, ya casi nadie es sincero cuando felicita, aprueba o comenta, todos esos buenos deseos se han convertido en más protocolo que en sentimientos verdaderos, ya que el que verdaderamente esta triste, solo, con hambre, enfermo, con temor, vulnerable o el que verdaderamente ama y aprecia, busca físicamente al objeto de su amor o de su aprecio y prefiere mirarte a los ojos y en un abrazo cálido decirle estoy contigo, feliz cumpleaños, todo está bien, te amo, te necesito, ayúdame, gracias, etc.
Los esposos ya no son interrumpidos en su cama por el televisor, ni por un hijo que decidió aterrizar en medio de ellos, ahora teléfono en mano él y ella, se introducen en las vidas ajenas, enajenados, riéndose solos, llorando en silencio en medio de la oscuridad de la noche, ahora el dolor de cabeza no lo produce la pereza a la intimidad sino el Smartphone.
Hoy las parejas y los hijos conocen más de las vidas ajenas que de las de su propia familia, ya casi no se miran a los ojos, ya no se busca la mirada llena de amor de un hijo, sino que las cervices agachadas mantienen sus ojos en la pequeña y esclavizante pantalla.
Ya no se ven cristianos con sus biblias en las Iglesias, ahora Smartphone en mano muchos fingen seguir los textos bíblicos en las predicas cuando en realidad están contestando un mensaje inoportuno de algún cliente o conocido desocupado.
también he caído en manos de esta tecnología, pero te prepongo algo a ti que estas leyendo este articulo y eres cristiano. Cada vez que quieras chismorrear algo de Facebook o Twitter u otra red social suelta el Smartphone y toma tu Biblia, Dios no habla por el Smartphone el habla por la Biblia y lee un versículo o capítulo, si tienes tiempo para chismorrear puedes usarlo para escuchar la voz de Dios y será más provechoso.
Si sales con tu familia a algún lado de la ciudad sea a cenar o a pasear, dejen todos los Smartphones en la guantera del auto y disfruten en familia, cuando vayas para la Iglesia haz lo mismo, apaga el Smartphone, al bajarte del auto antes de entrar al templo y guarda en el auto o en la cartera de tu esposa, desempolva tu biblia vieja, agárrala como si fuera una espada y úsala.
Daniel E Ospina B.